La inhabilitación perpetua de Cristina Kirchner para ejercer cargos públicos por la condena por corrupción generó algo paradójico: la expresidenta multiplicó su actividad política en su intento por lograr un triunfo electoral del peronismo. Está presa, pero recuperó centralidad. Aquello que antes proyectaba desde el Instituto Patria y la sede del Partido Justicialista ahora lo articula desde un departamento con balcones, en un edificio lleno de pegatinas con su cara y de cartas de sus seguidores, en el barrio porteño de Constitución, aunque ella prefiere decir que vive en Monserrat.
Esa esquina, a la que se mudó para estar cerca de su hija Florencia y su nieta Helena, es su flamante sede dirigencial, pero también es la celda que la Justicia le avaló, tras ratificarle seis años de prisión con la posibilidad de cumplir la condena en su casa.
Desde el departamento salió el miércoles 11 como titular del principal partido opositor y como candidata a legisladora bonaerense. Y regresó como condenada por corrupción e inhabilitada. Pasó de hacer un culto de su privacidad, a tener que informar a la Justicia sobre cada visita. También enfrenta la indefinición sobre el personal que trabaja para ella o la profesora que la acompaña en sus clases de yoga y que la alienta para sus ejercicios de caminata en la cinta.
Tras el fallo de la Corte Suprema, la expresidenta se enfocó en aplicar una inyección de adrenalina en un PJ que venía cabizbajo y sin poder de reacción ante el gobierno de Javier Milei. El martes que viene, desde la sede de la calle Matheu, definirán que use el nombre Peronismo para enfrentar a los libertarios en las dos cruciales elecciones que se vienen en la provincia de Buenos Aires.
A la sede partidaria se dirigió Cristina Kirchner ese 11 de junio para reunirse con senadores. Pero se precipitó la resolución de la Corte Suprema y la expresidenta se recluyó en la planta alta con su círculo más cerrado, que la acompañó en los primeros minutos tras recibir la noticia. Ese día, dicen quienes la vieron, se mostró dolida. Sin embargo, cuentan sus allegados, también retomó el mensaje de reagrupar al peronismo “por arriba, por abajo y por el medio” y, atada a su vocación de poder, resolvió que no iba a mostrarse frente a sus adversarios como una vencida. Esa noche en el cielo hubo “luna de fresa”.
Desde la condena, Cristina Kirchner recibió un aluvión de solicitudes para reunirse con ella en Constitución, incluso de dirigentes que estaban distanciados, como Guillermo Moreno, con quien comió unas empanadas en el departamento. Por ahí también circularon dirigentes de extrema confianza de la expresidenta como su hijo, el diputado nacional Máximo Kirchner; la intendenta de Quilmes, Mayra Mendoza; la jefa comunal de Moreno, Mariel Fernández; y la senadora mendocina Anabel Fernández Sagasti.
En la seguidilla de días siguientes, Cristina Kirchner no abandonó el mate cocido, su infusión de cabecera, y empezó a gestarse poco a poco la plaza del 18. Las personas que estuvieron con ella aseguran haberla notado «fortalecida”, pese a que admiten que hubo momentos de cansancio y estrés. La expresidenta transmite enojo con el desenlace de la investigación judicial por el direccionamiento de obras públicas a favor de Lázaro Báez.
El único que sin tapujos contó que la sintió llorar fue el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva. En fotos eligió sonreír. Se la vio con el gobernador riojano, Ricardo Quintela; con el líder camionero Pablo Moyano y otros sindicalistas afines. También estuvieron los lomenses Daniela Vilar y Federico Otermin, y el premio Nobel Adolfo Pérez Esquivel, que le llevó un frasco de miel artesanal. Los recibió en el living de su casa, que hace las veces de oficina. Realizó constantes llamados a la cúpula del PJ, a legisladores y a intendentes. Les preguntó por la gestión de Milei, cómo ven la macro y la microeconomía. Con Axel Kicillof no habló. A la espera de definiciones y para hacer correr el tiempo vio series y leyó papers.
Los mensajes con sus secretarios se dinamizaron. Fueron y vinieron desde Constitución al PJ y desde el PJ a Constitución para coordinar cada una de las actividades posteriores a la condena, en las que Cristina Kirchner se involucró. Tantos sectores se movieron en esos días de rosca extrema que incluso se montaron mesas de trabajo en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, que está a nueve cuadras del departamento.
Entre chocolate y chocolate, que la expresidenta no deja porque son su perdición -los de Rapanui, y también de otras marcas- se comunicó constantemente con su abogado Carlos Beraldi, que llevó adelante su defensa en Vialidad. Como un dique de contención en estos días estuvo su familia: Máximo, Florencia y su nieta. También sus seguidores.
En una situación inédita para la Argentina, como es la condena a una expresidenta, aparecieron algunos símbolos que Cristina Kirchner buscó aprovechar con picardía política. Uno fue el balcón, con salidas en las que pretendió sostener la vigilia de la militancia. Optó por no lucir abatida. Por el contrario, bailó, saludó y apareció con sus arreglados looks de siempre y su rosario. Se maquilló ella misma antes de cada aparición -como hace desde que es joven- y también se peinó. Solo llama a su peluquera histórica para ocasiones especiales. Una vez, lució un rodete.
El martes, a las 17, tuvo que abrirle las puertas de su casa al comisario de la seccional 1C de la Policía de la Ciudad, que fue a notificarla de la sentencia. Y el jueves, personal del Servicio Penitenciario Federal le colocó la tobillera electrónica.
El martes, el día en que vía virtual la Justicia notificó a Cristina Kirchner de su detención y anuló la visita a Comodoro Py, el kirchnerismo cambió de destino para la primera marcha propia de la era Milei. Relocalizar en Plaza de Mayo primero dio dudas por si quedaban espacios vacíos. El senador José Mayans, entre llamado y llamado, se encargó de medir los compromisos de movilización. Luego avanzaron. ¿Debía dar el discurso Mayans, por ser el reemplazante de Cristina en el partido? ¿Podían hablar Máximo Kirchner y Axel Kicillof juntos, a pesar de su enfrentamiento? Fueron las posibilidades que se barajaron. Mayra Mendoza insistió con que fuera la propia Cristina Kirchner. “Era la que más estaba con el tema”, explicaron a LA NACION. Ese mismo mediodía del acto surgió la idea de los audios de la expresidenta, una nueva forma de retórica que parece que llegó para quedarse. No hubo imagen.
Cristina Kirchner primero grabó un mensaje, pero cuentan los suyos que por el tamaño de la movilización decidió ahí nomás también hablar en vivo. La comunicación se hizo por Zoom. Sus colaboradores consideraron que tenía mayor estabilidad ese tipo de llamada para que la escucharan en la plaza.
Tras eso, la expresidenta entró en contacto con dirigentes a los que aprecia para preguntarles cómo había estado, qué pensaban. Esta vez la notaron contenta. Ese sentimiento no duró en el tiempo. Cuando el viernes se despertó y vio por la ventana el vallado y la presencia de los agentes de la Policía Federal Argentina (PFA) que dispuso la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, Cristina Kirchner enfureció. No escatimó dardos para la ministra, convencida de que Bullrich buscaba que se generaran desmanes fuera de su departamento. “Señora Violencia”, le dijo en X y tuvo que cambiar el lugar del banderazo que se iba a hacer frente a su casa. Reiteró la fórmula para dirigirse a sus seguidores, pero esta vez en Parque Lezama.
Aunque suele ser una regla habitual para los detenidos, Cristina Kirchner está disconforme con el régimen de visitas que determina que sea el tribunal el que habilite o no a quienes pretendan visitarla, más allá de su círculo de familiares o sus abogados. Su defensa pidió la revocación. “Solamente con este Partido Judicial”, trinó la exmandataria el sábado. Los suyos consideran la movida impracticable y dicen que altera su privacidad. Que es una “incongruencia” que busca limitarle el ida y vuelta con la gente. Sus opositores le recuerdan por TV que está presa y alegan que no puede hacer lo que quiere. “Estas situaciones son injustas, pero a ella la fortalecen“, se convenció un seguidor.