Romper con el FMI: medida infantil o una vía de resistencia para organizar el futuro

A menos de dos semanas para las elecciones legislativas de octubre, las propuestas sobre la economía ocupan un lugar central, y en particular el debate sobre la deuda externa. Principalmente porque el plan de Milei y Caputo fracasó, se quedaron sin dólares para frenar la corrida cambiaria y ahora pidieron un nuevo rescate al Tesoro de los Estados Unidos.

Este modelo de dólar atrasado, apertura comercial y armado para garantizar la renta financiera, no es sostenible y esto aumenta el nerviosismo en los “mercados”. A pesar del apoyo del poder financiero internacional que, desde Washington, elogia el plan de Milei. Scott Bessent, ministro de economía de EE.UU. anunció que se negocia un swap de monedas por u$s 20.000 millones, del que aún no hay mayores detalles. Esta tarde en el encuentro entre Milei y Trump se confirmó el apoyo electoral desde la Casa Blanca.

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Si se concretara ese salvataje, y le dan más dólares a Caputo (antes o después de las elecciones) para que financie a los fondos especuladores, sabiendo que ya se gastaron los dólares de la cosecha récord de 2024, los del blanqueo, y recibieron un rescate de u$s 20.000 millones del FMI en abril (6 meses atrás). ¿Quién paga esta estafa?

Descartando que desde el gobierno libertario pretenden que lo pague el pueblo trabajador con un ajuste fiscal mayor, y avanzando en reformas como la laboral y tributaria. Desde el peronismo, Axel Kicillof intenta mostrarse moderado repitiendo una fórmula gastada: “hay que negociar”. Para él, romper con el FMI sería un gesto «infantil». Lo curioso, es que en mayo el mismo Kicillof describía el acuerdo con el Fondo como una “estafa piramidal”. Entonces, ¿qué es lo infantil? ¿Negarse a convalidar una estafa, o naturalizar que la paguen varias generaciones de argentinos y argentinas?

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Negociar con el Fondo no es defender al pueblo trabajador, es administrar la decadencia, una utopía, un plan que ya fracasó. El peronismo tuvo la posibilidad de enfrentar el fraudulento endeudamiento de la gestión macrista, cuando el FMI le financio la campaña electoral con un Stand By por u$s 45 mil millones. En vez de enfrentar esa estafa, la validaron en el Congreso nacional. Mientras tanto, los bancos y especuladores siguen llevándose todo. Entre los gobiernos de Alberto Fernández y Javier Milei ya se pagaron U$S 52.387 millones en intereses de deuda. Pero la deuda no para de crecer.

El peronismo, lejos de romper con ese círculo vicioso, le busca la vuelta para no pelearse ni con el Fondo ni con el capital financiero internacional. Sólo los diputados del FITU han votado en contra en el Congreso de la estafa de la deuda odiosa, son una banca que se planta contra este saqueo.

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Durante 2024 en el mundo se dieron levantamientos populares contra los planes de ajuste salvaje del Fondo. «El FMI tiene un problema de protestas” advertía un artículo del semanario The Economist ese año. Masivas protestas en Kenia, Bangladesh y también Pakistán se levantan contra las consecuencias de las recetas del FMI.

Hoy es de nuevo Ecuador es un foco de resistencia popular contra estos planes, en 2022 (y 20199miles y miles de trabajadores, campesinos, indígenas, estudiantes se plantaron contra los tarifazos y al ajuste del Fondo. No se trata solo de revertir una medida puntual; es luchar contra la precarización, el extractivismo y el saqueo de los recursos.

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Estos levantamientos muestran que no hay nada de «infantil» en decir basta a los dictados del Fondo y los grandes capitales. Al contrario, lo infantil es resignarse a que nos sigan robando el futuro. La resistencia internacional organizada puede poner en jaque las recetas de ajuste y abrir caminos de cambio real.

Frente a la obediencia disfrazada de responsabilidad, la izquierda levanta otra bandera: romper con el FMI no es un capricho, es una necesidad para recuperar el futuro. El desconocimiento soberano de la deuda odiosa es impostergable. No alcanza con discursos ni con gestos mediáticos. Hay que terminar con el poder de las cerealeras, nacionalizar la banca para proteger a los pequeños ahorristas, cortar la fuga y poner el comercio exterior en manos de quienes laburan, no de los que especulan. Solo así se puede destinar la plata a salud, educación, vivienda y trabajo, y no a la timba financiera de unos pocos.

No estamos condenados a aceptar el chantaje del Fondo ni la complicidad de quienes legitiman la deuda. La historia reciente muestra que la movilización y la organización desde abajo pueden abrir escenarios de ruptura y transformación profunda. Para que la crisis no la sigan pagando los de siempre, hace falta construir una gran fuerza que se plante ante el FMI y el ajuste, y que luche por una salida de otra clase.

¿Medida infantil o resistencia popular internacional? La respuesta está en la calle, en el ejemplo de los pueblos que se animan a pelear y en la convicción de que otra salida es posible, si la organiza el pueblo trabajador.

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