Sydney Sweeney no solo es una estrella en ascenso. También es un símbolo que divide aguas. A los 27 años, esta actriz nacida en Spokane, Washington, se consolidó con papeles en Euphoria y The White Lotus, logrando nominaciones a los Emmy y un lugar central en el radar de Hollywood.
Pero más allá de su talento, lo que incomoda a muchos no es lo que dice, sino lo que representa. Rubia, blanca, de ojos claros, sin declaraciones políticas incendiarias ni un discurso de corrección constante, Sweeney se volvió una figura incómoda para una parte del progresismo digital que necesita clasificar todo en trincheras ideológicas.
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Del éxito actoral al conflicto simbólico
Su ascenso coincidió con un contexto donde las figuras públicas deben posicionarse explícitamente o quedar bajo sospecha. En ese sentido, el estilo reservado de Sweeney no pasó desapercibido. En 2022 ya había sido señalada por una foto familiar donde se veían gorras con el eslogan “Make America Great Again”. A pesar de aclarar que ella no adhiere a ninguna ideología extremista, la presión social fue inmediata.
La reciente campaña de American Eagle fue la chispa perfecta para un nuevo linchamiento simbólico. El juego de palabras entre «jeans» y «genes» se convirtió, según sus detractores, en una “oda al supremacismo blanco”. El detalle de que Sweeney diga “mis jeans son azules” mientras la cámara recorre su cuerpo fue interpretado como una provocación, incluso cuando el comercial claramente apostaba al humor visual.
Ni la marca ni la actriz respondieron públicamente. Y eso, otra vez, molestó más que cualquier declaración: su negativa a pedir disculpas o dar explicaciones.
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¿Por qué molesta tanto Sydney Sweeney?
Porque no encaja en el molde. Porque es bella de forma “incómoda” para ciertos discursos actuales. Porque es exitosa sin necesidad de radicalizarse. Porque representa una feminidad que no se disculpa por existir. Y porque, en el fondo, su figura funciona como espejo: quien se indigna por ella, tal vez esté viendo más sus propias inseguridades que los actos de la actriz.
Mientras tanto, Sweeney continúa filmando películas, agotando productos con su nombre y evitando la guerra cultural con la misma estrategia que la hizo famosa: trabajar, sonreír y seguir adelante.