La trastienda de un fallo judicial que se lleva la marca de la política

Cómo se gestó la decisión de la Corte Suprema en una jornada frenética en la que no estaba previsto resolver un caso de alto impacto tanto en oficialismo como en la oposición.

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La Corte Suprema confirmó la condena a Cristina Kirchner en la causa Vialidad: 6 años de prisión y no podrá ejercer cargos públicos.

Mariano Fuchila

El fallo, originalmente, no se iba a dar a conocer este martes. La presión que rodeó a la Corte Suprema en las últimas semanas obligó a recalibrar durante la misma jornada. Al mediodía, Horacio Rosatti difundió que convocaba, para las 16, a una reunión con sus colegas específicamente para tratar la causa Vialidad apoyado en una acordada de comienzos de siglo. El tradicional acuerdo de los martes ya había transcurrido por la mañana, con otros expedientes en el temario.

Los tres jueces llegaban con el expediente estudiado y su opinión volcada en proyectos trabajados en sus propios despachos, pero guardado bajo siete llaves. Solo desde una vocalía del cuarto piso del Palacio habían consultado por el sistema interno al proyecto redactado por la Secretaría Penal que conduce Diego Seitún, en el que recomendaba la solución de rechazo de todos los planteos de las defensas y que había sido filtrado con anterioridad.

Alrededor de las 15, ingresaron a la Secretaría Penal de la Corte y en sobre cerrado, los votos, por separado de Rosatti y de Carlos Rosenkrantz. Media hora antes del horario de la convocatoria el único que restaba era el de Ricardo Lorenzetti. A último minuto, se anunció su inclusión. Sólo si había unanimidad, podría construirse un fallo en la parte resolutiva porque otro escenario hubiese requerido convocar a conjueces y aplazar una definición más cerca de la fecha de inscripción de las candidaturas, lo que hubiese oficializado los fueros de Cristina Kirchner.

La idea era que los tres ministros aguardaran en sus despachos, ante la chance de que pudiera firmarse utilizando el “token” de firma digital. Finalmente, con otro cambio de última hora, se apersonaron en la sala de acuerdos para la definición final.

Rosatti y Rosenkrantz tomaron la decisión de fundir sus votos en un voto conjunto. La tensión se extendía durante el lapso que llevó compaginar las redacciones para los considerandos y pulir cualquier inconsistencia. Cuarenta minutos después, Lorenzetti decidió acoplarse al voto conjunto y sellar la unanimidad que requería el fallo. Alrededor de las 17.10 se firmó digitalmente. Primero Rosatti, luego Rosenkranz y tercero Lorenzetti. Eran 27 carillas. Una extensión menor para la magnitud de los involucrados, su valor histórico respecto a una doble ex presidente y el impacto político de reconfiguración al que obliga ahora al principal partido opositor.

En el entorno de Cristina Kirchner dicen que estaban seguros de que el fallo iba a llegar en la segunda semana de junio y por eso se anticiparon a preparar el escenario electoral y anunciar su candidatura por la Tercera Sección Electoral de la Provincia de Buenos Aires. Cierto o no, la previsión funcionaba como un reloj descompuesto: dos veces por día da la hora exacta. Algún día iban a acertar. Lo mismo ocurría con la ansiedad periodística. El incremento de la movilización de las huestes peronistas y sindicales no explica que la Corte haya pisado el acelerador.

La participación y beneficio del Gobierno también son difusos: sacarla de la cancha electoral a Cristina Kirchner es un caramelo de madera para Javier Milei que puede festejar en el corto plazo, pero a quien le quitan el sparring que necesitará si la microeconomía no repunta. Por eso no se entendió la primera reacción presidencial en forma de tuit que ni siquiera tuvo el reflejo de refregarle a Mauricio Macri que había conseguido lo que el líder del PRO había intentado desde que desembarcó en la Casa Rosada y para lo que puso a todo el Estado tras ese objetivo.

La Corte Suprema pudo no llevarse la marca consigo y estirar los plazos hasta la oficialización de la candidatura con lo que adquiriría fueros. De allí en más era una cuestión de la política avalar su competencia electoral, asumir o eventualmente ser destituida de la Legislatura provincial con dos tercios de los votos. Un fracaso electoral hubiese empujado un revés judicial descontado.

La Corte empuja al mito: definitivamente la condena, pero al mismo tiempo le permite escalar al recorrido histórico de Juan Perón; la preserva electoralmente de un magro resultado a la altura de la dispersión opositora; y reconfigura su imagen para construir su propia “Puerta de Hierro”, en la que su ausencia forzada la coloca en la centralidad dirigencial. El PJ no tiene otro camino que construir una opción presidencial competitiva, ganar las elecciones y promover un indulto a su líder.

Hay otro detalle que es imposible soslayar pese al calor de las pasiones de uno y otro lado: la Corte Suprema dejó firme la absolución por el delito de asociación ilícita en la causa Vialidad. La figura del concierto de tres o más personas para cometer delitos indeterminados fue el denominador común de las causas contra Cristina Kirchner, que la ubicaba a la cabeza. Le achacaron varias asociaciones ilícitas en simultáneo y el dato sirve para lo técnico. Sobre todo, en la construcción de expedientes que –más allá de lo que dijo la Corte ratificando las instancias anteriores- precisó una arquitectura que obligaba a probar una causa recurriendo a otras distintas para salvar los vacíos.

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