El riesgo Kueider, apunten contra Luis Juez y un Papa Callejero

El sueño de gobernar sin control

Con la derrota en el Senado, el Gobierno se asegura el objetivo mayor de su gestión, que es la parálisis de los tres poderes del Estado. Sin Congreso ni Justicia se libera de controles y gana margen para administrar mediante medidas extraordinarias como los DNU, y en última instancia, con la ayuda de la generación de los tránsfugas de la política: los que fueron elegidos por el voto para ser oposición y actúan como oficialismo.

Es la manera que ha encontrado de gerenciar su debilidad y la falta de votos de origen, de programa, de equipos, de legisladores, gobernadores, etc. Esta estrategia descansa en prejuicios no probados, el primero de todos, que el público es estúpido, no conoce sus intereses y vota mal.

Es lo que encierran los insultos descalificantes hacia los legisladores, la prensa, los gobernadores, que están todos donde están por el respaldo del público. Es fruto de una distorsión intelectual que confunde política con comunicación, y confía en que el control de la comunicación es el control del poder, y que el debate político se reduce a una discusión por el cable entre el pelado y Wanda Nara.

Despotismo poco ilustrado

Por encima y por debajo de esos sketches está la realidad. Esa mirada despótica elude las rispideces de un país que tiene el sistema político más sólido de la región y del continente. Es el único que asegura alternancias de gobiernos de distinto signo sin violencia, en paz, sin muertos ni perseguidos y sin que nadie impugne la eficiencia del sistema electoral.

En la Argentina gobierna quien gana las elecciones. Es uno de los costados de la excepcionalidad argentina, como lo es que la Argentina es el comedor de los pobres de todo el Cono Sur de América, que buscan por acá lo que no tienen allí de donde vienen. Es un país que tiene que producir para cumplir con esa misión, que figura como una garantía constitucional.

La arbitrariedad es el refugio de los débiles. Propone esta receta el teólogo del conservadorismo trumpista Steve Bannon: la deconstrucción del estado administrativo. Este personaje en la Argentina sería víctima de la nonata ley de «ficha limpia» que por ahora no pasó el filtro del Congreso -salió hace un mes del calabozo, donde estaba por incumplir la ley de su país-.

Sus dichos se inspiran en las profecías de libro «The Fourth Turning» (Neil Howe y William Strauss): imaginó en 1997 que en el siglo XXI su país entraría en «una era donde habría una destrucción creativa de las instituciones públicas y, en última instancia, podría ser un nuevo momento fundacional en la historia estadounidense”.

De borocoteado a arrepentido

¿Cuánto tardará el exsenador Kueider en evolucionar de borocoteado a arrepentido? La destitución en la banca lo liberó de cualquier compromiso de silencio. Si el Senado lo hubiera suspendido, hubiera quedado en un limbo que:

1) Impedía que el peronismo sumase una banca que había capturado el Gobierno.

2) Hubiera quedado en posición de negociar la rendición.

Ahora, sin banca y sometido a la intemperie de la Justicia, la condición de «arrepentido» o de «colaborador» lo convierte en el hombre bomba que puede animar la molicie del verano que se inicia. La experiencia de la Causa Cuadernos es un antecedente para comprender cómo la imaginación de los encausados pierde todos los límites. Cuando el imputado tiene que defender su libertad echa mano de cualquier recurso.

También los pesquisas (fiscales, jueces) han aprendido de esa experiencia todo lo que puede rendir un hombre arrinconado, pero que puede echar mano de las figuras que introdujo en el código penal el Congreso bajo el gobierno de Macri (octubre de 2016). Esas figuras pueden aplicarse en acusaciones relacionadas con delitos de corrupción: sobornos, dádivas, dar a fondos públicos un destino distinto al indicado, enriquecimiento ilícito, etc.

Los destituyentes vs. Villarruel

Acaso las rabietas públicas de Javier Milei y Mauricio Macri por la expulsión de Kueider respondan a la vulnerabilidad de haber liberado al senador de todo freno inhibitorio para usar en beneficio de su libertad. Sus legisladores actuaron con libertad de voto, y se desacataron de las consignas que habían recibido del presidente y del jefe del PRO.

El Gobierno demostró que no puede controlar el Congreso, ni el quórum ni el resultado de una votación en una cámara en donde el oficialismo tenía hasta ahora una mayoría de los 39 votos. La espesura de las consecuencias plantea interrogantes.

El Gobierno cargó sobre Victoria Villarruel la responsabilidad de la sesión, tanto de haberla convocado como de haber perdido la votación. Amaga con un cuestionamiento a la legalidad y avanza sin bozal para apartarla del cargo. Después de todo es lo que pasó con otros presidentes, y todos los gestos de Olivos hacia la vicepresidenta son destituyentes.

Para quién juega Juez

Ni Milei ni Macri han dicho nada sobre el verdadero disparador del resultado, que fue el cambio de posición del senador Luis Juez, jefe del bloque PRO. Había firmado el pedido de la sesión para «suspender» a Kueider, que era la consigna de Milei (con quien dice tener una intimidad conmovedora) y también la del jefe de su partido. Iniciada la sesión comenzó a empujar para la destitución.

Una senadora del bloque amigable (hacia el Gobierno) imagina haber tenido este diálogo con el cordobés: «Luis, ¿y lo que habíamos acordado ayer?». Respuesta: «No sé de qué me estás hablando». Quienes lo escucharon entendieron que Juez tenía otro juego.

Villarruel entró en pánico en el cuarto intermedio en el Salón Gris al ver que habían desaparecido Juez y el presidente de la UCR. Los mandó a buscar, en vano. Juan Carlos Romero, que había pedido esa pausa de la sesión, decidió entonces abstenerse en lugar de votar la suspensión, que ya no tenía los 2/3 necesarios. No voto con el kirchnerismo, dijo, y menos para darle una banca más.

Limpiar la línea de sucesión

Los conspiranoicos, que los hay, imaginan que ese silencio es un eslabón de una trama que termina en el proyecto destituyente de Villarruel y la unción de Juez como presidente provisional del Senado. Limpiar la línea sucesoria es el sueño del pibe para cualquier presidente.

El imaginario mileísta filtra a través de sus voceros que la vicepresidenta puede estar armando un proyecto propio de la mano del peronismo de derecha. De allí vendría su acercamiento madrileño a Isabelita, gerenciado no por el Papa Francisco, como se dijo, sino por uno de sus biógrafos.

Hasta donde se sabe, el profesor Diego Mazzieri, autor del voluminoso libro «Isabel María Estela de Perón, por siempre de Perón» abrió esa puerta a Villarruel. En la solapa del libro se consigna que el autor «mantiene contacto con la expresidenta María Estela Martínez de Perón, quien ha receptado con beneplácito su biografía».

De paso, el Santo Padre se ríe de esas atribuciones conspirativas. Elige su veta humorística para despachar filias y fobias. La semana anterior recibió en el Vaticano al «Pato» Fontanet y los ex Callejeros con esta chanza: «¿Vienen de Buenos Aires? ¿Cómo está Pepita la Pistolera?». Siempre Patricia Bullrich en sus oraciones.

El Gobierno lo paga todo muy caro

El silencio de Olivos sobre el giro de Juez, que implicó una derrota notable del Gobierno, puede explicarse por algún cálculo de dominó para limpiar la sucesión. Juez sería la cuña para sacar a Villarruel al embarrarla como responsable de esta derrota, cuando en realidad fue víctima.

El Gobierno ha hecho todo lo posible para higienizar la pirámide de poder. Y paga caro. Pactó con el peronismo dos veces para asegurarle la presidencia de la Cámara de Diputados a uno de sus fieles y otro eventual sucesor, Martín Menem. La primera vez fue en diciembre de 2023 y le costó la primera rabieta con Macri, que postuló a Cristian Ritondo ante el propio Milei. La segunda vez fue el 4 de diciembre pasado, y pagó con la caída de Ficha Limpia, exigencia del peronismo.

Al mismo intento obedece el envión contra la Suprema Corte de Justicia. El fracaso en el Senado con la devolución de una banca al peronismo justifica que el Gobierno no quiera extraordinarias. Ya dijo que si el Senado no le aprueba los pliegos a Ariel Lijo y a Manuel García Mansilla, los va a imponer a lo Pepín, por decreto.

Es imaginable que con Rosenkrantz y Rosatti en minoría, Olivos se sienta más tranquilo con otro presidente de la Corte, uno con modos más amigables y que le tranquilice el sueño. Con todo esto el oficialismo gana pan para ahora y hambre para mañana.

Linchamiento en manada

La oferta explicativa agotó esos días los esfuerzos para hacer balances auspiciosos del primer año de Milei mirando la economía. Pero no hay economía sin política y este episodio en el Senado es una radiografía seriada del estado del Gobierno en el terreno político. En un episodio delicadísimo como ha sido el de Kueider pisó, descalzo, la bicha.

Sin estrategia y sin liderazgo sobre los propios, le regaló al peronismo una victoria impensada. La oposición ganó una banca y obligó al Gobierno a pagar la factura de Kueider. Ahora, como dueño del voto y del destino del entrerriano, está expuesto al esmeril que será su defensa, que puede ejercer como arrepentido colaborador.

Como jefe de Estado, Milei resbaló al incitar a un linchamiento -«la patada en el culo»- del que fue víctima. En estos eticazos ganan siempre los maximalistas. Acá fueron Juez, que piensa en su proyecto de poder en Córdoba, y quizá como presidente provisional (una fantasía que depende de que tenga los votos en el Senado), y el peronismo que recuperó la banca. Los senadores de la UCR, el PRO y La libertad Avanza se dejaron arrastrar por esos maximalistas y se sumaron al linchamiento de Kueider.

Las mayorías cambian

En los papeles es atinado el argumento post factum de Macri, expresado también en la abstención de Romero y el rechazo a la destitución de Maxi Abad y otros cinco legisladores, de reclamar la atención al debido proceso y, de paso, no darle una banca al peronismo.

Graciela Camaño, que presidió la Comisión de Asuntos Constitucionales en varios cuestionamientos a diputados, desenterró el fallo de la Suprema Corte en el caso de Antonio Bussi. En 1999 le habían rechazado el pliego como diputado nacional electo por Tucumán. En 2007 la Corte sentenció que la Cámara se había excedido en sus facultades, pero que ya habían pasado los 4 años de mandato.

En ese fallo se dice que «el pueblo es la fuente originaria de la soberanía (…) Ningún ciudadano puede ser privado del derecho a ser sometido a proceso y a defenderse ante un juez imparcial (…). No aplicar estas garantías y sostener que existe un poder para rechazar el título de toda persona que viola la ética republicana puede tener consecuencias gravísimas para el mismo sistema que se dice proteger.

Los que hoy se consideran satisfechos porque comparten el criterio de la mayoría, pueden ser afectados por esas decisiones cuando cambien las proporciones. La historia enseña que las mayorías pueden tener momentos en que se aparten del buen juicio y del equilibrio, y en tales casos una persona puede ser excluida porque su comportamiento es contrario a la ética republicana.

Una idea confusa en manos de una mayoría podría dar lugar a que una persona sea rechazada porque es anarquista, otra porque es socialista, otra porque se opone a un gobierno dictatorial, otra por motivos religiosos o de género. Los riesgos futuros son demasiados y la sabiduría aconseja la abstención.»

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